jueves, 20 de noviembre de 2008

Premio Novel de Economía


César Lévano

cesar.levano@diariolaprimeraperu.com

Empresarios, políticos y periodistas extranjeros llegados al Perú han escuchado a un personaje que parece escapado de un filme de Cantinflas. Me refiero, claro, al Presidente Alan García y sus clases magistrales sobre economía.
No hay nada igual en el mundo. A ningún gobernante o economista se le había ocurrido que la crisis financiera y económica actual es una “crisis de riqueza” y no de pobreza. Sugiero, por ello, la creación del Premio Novel de Economía y propongo a García para obtenerlo.
Mientras García repartía a diestra y siniestra consejos sobre cómo manejar la crisis, el gigante estadounidense Citigroup anunciaba el despido de 52 mil empleados. Signo de riqueza sin duda.
A cientos de miles de personas arrojadas a la calle en los últimos meses en Estados Unidos habría que enviarles una grabación con los últimos discursos de Alan, traducidos al inglés. No para que exijan a Bush que aplique las propuestas de García, sino para que alivien su pesar con una dosis de risa.
Juan Somavía, director de la Organización Internacional del Trabajo, anunció que en los años próximos se van a perder en el mundo 20 millones de puestos de trabajo. Signos de insoportable riqueza.
A personajes como García se puede aplicar la frase de Jorge Basadre al referirse a José Carlos Mariátegui: “Estaba exento del horror al estudio que hay en el alma de todo demagogo, de derecha o de izquierda”.
Cinco siglos antes de nuestra era, el trágico griego Eurípides escribió en Medea: “Yo siento cuán grande es el mal que quiero realizar, pero más fuerte que la razón habla en mí el thymós (la pasión), y eso es para el hombre causa de los mayores males”.
El desenfrenado García, en lugar de dar consejos a quienes saben más que él, y de hablar todo el día todos los días, debería dedicar unos minutos a estudiar antes de decidir, y a pensar antes de hablar.
Alguien debería recopilar discursos de García para un curso que enseñe cómo no se debe hablar. Allí podría figurar su frase la noche del 15 de agosto de 2007, después del terremoto de Ica: “No se ha producido una gran mortandad. No se trata de una catástrofe”.
Y habían muerto más de 500 personas, y había ciudades destruidas (aún no reconstruidas).
El 10 de abril de 1985, en mitin del Paseo Colón, profirió: “En esta encrucijada histórica ningún peruano puede quedarse sentado en la puerta de su casa, viendo pasar el cadáver de la Patria”.
¿Qué sugería? ¿Sumarse a un hipotético entierro del Perú?

Fuente: Diario La Primera

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