Escribe:
Si alguien tiene autoridad moral para
hablar sobre la ley universitaria y el triste papel que juega el rector de San
Marcos, Pedro Cotillo, ese es el
historiador y ex rector de dicha universidad, Manuel Burga. "No
hay peligro alguno para la autonomía. Lo que pasa es que la automía es
privilegio pero también responsabilidad", dice.
¿Qué piensa de la posición asumida
por el rector de la Universidad Mayor de San Marcos, Pedro Cotillo, frente a la
ley universitaria?
Sus declaraciones son una provocación
a la autoridad. Pero no me sorprende de él. En 1995, cuando era vicerrector
académico de Wilson Reátegui, luego de un comentado fraude electoral, se
provocó la intervención de la universidad por parte del Ejército.
Tiene antecedentes, entonces.
Fatales. Y ahora Cotillo está
invitando a una nueva intervención en la universidad, ya no del Ejército, pero
sí de quienes deben velar por el Estado de derecho. Está incumpliendo la ley y
es algo muy peligroso, para él y la propia universidad.
Su elección como rector se cuestionó
mucho en su momento, ¿no es cierto?
Fue verdaderamente un fraude, porque
se impidió votar a la facultad de medicina, la más numerosa, y así se creó a
una mayoría ficticia que lo eligió. El mismo acto de votación fue muy
cuestionado. Yo creo que el Consejo Universitario debería autoconvocarse y
hacer una transición decente, dentro del marco de la ley, frente al estado de
renuencia de Cotillo. Deben corregir esta travesía equivocada de San Marcos y
tomar el rumbo que otras universidades ya han tomado.
¿Cómo se explica esta renuencia de
Cotillo?
Hay un trasfondo político también.
Los 47 congresistas que presentaron la acción de inconstitucionalidad eran los
interlocutores del APRA y del fujimorismo. Estas fuerzas políticas, supongo,
quieren debilitar a la ley universitaria porque hay muchos intereses económicos
de algunas universidades-empresas, universidades-negocio, a las que no les
gusta la regulación de la Sunedu y prefieren mantener la autorregulación, para
ponerse ellas mismas sus tarifas y sus márgenes de ganancia.
Un sistema que no ha funcionado,
queda claro.
En ningún país de América Latina ha
funcionado. La autorregulación no es un invento peruano, pero sí lo es esta
exageración de la mercantilización de la educación superior con altos márgenes
de ganancia. Por algo Alan García dice que se tumbaría a la Sunedu, porque cabe
la posibilidad de que esta se termine tumbando a la Universidad San Martín de
Porres.
¿Lo cree así?
Sí, por las exigencias de la nueva
ley. En general, muchas universidades-negocio van a tener dificultades. Cotillo
es la marioneta que está detrás de muchos intereses ocultos. Una universidad,
para ser buena, necesita una comunidad de docentes que enseñen e investiguen. Y
en las universidades-negocio hay apenas de uno a tres por ciento de profesores
nombrados. ¿Cómo Alan García no va a decir que se tumbaría a la Sunedu? Sí lo
haría. Detrás de la actitud de Cotillo y otros rectores está la idea de que uno
ha llegado a un puesto para quedarse como sea...
Sin importar el resto.
Ni la institución. La implementación
de la ley, en San Marcos, se ha manipulado totalmente. El propio Cotillo
manipula a la opinión pública, porque en televisión mostró un recibo de
pago diciendo que gana unos 7,600 soles y eso, se lo aseguro yo que he sido
rector, es completamente falso. Si ya en eso miente, posiblemente mienta en
todo lo demás.
¿Le preocupa la posición de algunos
canditos presidenciales, que evidencian tener reparos con la ley aprobada?
Me preocupa a mí y a todos los
universitarios. La ley, resultado de la fusión de varias propuestas, busca detener
el mercantilismo de la universidad privada y promover la calidad y un mejor
gobierno en la pública. Muchos colaboraron y por la persistencia de Daniel Mora
salió delante.
Quienes se oponen a la ley, plantean
que es estatista.
No lo es. El mercado tiene
imperfecciones. ¿Cómo se explica, entonces, a las reguladoras? El Estado tiene
la responsabilidad de que la educación, que es un bien público, sea de calidad.
Así de simple. Hay universidades peruanas que son de calidad, ahí tiene a la
Católica, o a la Cayetano, o a la Pacífico. Esas deben continuar por ese
camino, mientras que las públicas deben recuperar el tiempo perdido, el tiempo
de desorden de caos, de encierro endogámico, de clientelas. Las mejores
universidades en América Latina son las públicas, salvo en el Perú.
¿Peligra la autonomía universitaria?
No está en cuestión, y lo digo yo,
como ex rector de San Marcos, y ya lo ha dicho el Tribunal Constitucional. Al
contrario, ahora las autoridades de las universidades públicas se elegirán por
voto universal, secreto, ponderado, ¿qué más autonomía que esa? Lo que ocurre
es que antes las universidades podían hacer lo que querían, ahora no. Ya
existía una reguladora, la Conafu, que autorizaba la creación de universidades,
pero estaba mal manejada. Por eso existen en el país 142 universidades y 41
están en espera de su autorización, casi el total que tiene Brasil, con 300
millones de habitantes.
Claro, es una anomalía.
Total, que se completa con la actitud
de Pedro Cotillo, que dice: 'Acá mando yo y no la ley'. Lo peor es que esa
renuencia se basa en un mito. El ex rector de la Universidad de Lovaina, Bruno
Delvaux, me dijo hace unos días que la autonomía es privilegio y
responsabilidad. Clarísimo: uno no puede usar la autonomía para generar clientelas,
para rodearte de mediocres, para comprar votos a cambio de empleos
administrativos. Los que han deteriorado la autonomía son los que se niegan a
la ley universitaria, pero nadie la va a tumbar porque está en el buen sentido
de la historia.
¿Cómo convencer a los candidatos de
que es necesario apoyar a la ley universitaria?
Tienen que estar atentos a la opinión
pública. A los políticos les conviene promover una educación de calidad, no
mercantilizarla.
La favorita en las encuestas, Keiko
Fujimori, es heredera de un gobierno donde inició la desregulación.
Es verdad. Y la desregulación multiplicó a las universidades y creó a
personajes como César Acuña. Cuando la Sunedu aplique el modelo de licenciamiento
a cabalidad, sus universidades, las de José Luna y las de otros, tendrán
problemas. No se puede defender el negocio por encima de la necesidad de crear
un capital humano para el Perú, que nos lleve a un desarrollo sostenible. Sin
universidades de calidad no hay desarrollo posible.
Fuente: La Republica
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