domingo, 18 de mayo de 2014

Los tres modelos de universidad que dominan el mundo

¿Qué es lo que diferencia los sistemas educativos de Estados Unidos, Asia y Reino Unido? El contexto social, la orientación hacia los resultados y la cultura de la región inciden poderosamente en que sus universidades se ubiquen en primeros lugares en los rankings mundiales.
El diario ABC, de España, hizo una descripción de cómo las donaciones, el entorno económico y la concepción cultural y académica inciden en estos sistemas educativos:

EE.UU. Las donaciones privadas, clave de la financiación

Gran parte del secreto del éxito de las grandes universidades de EE.UU. está en su financiación, de la que las donaciones constituyen una parte importante. Esas donaciones, realizadas por antiguos alumnos, particulares, organizaciones y empresas, marcaron un récord en 2013, después de que años anteriores la cifra hubiera decrecido por la crisis. Así, el año pasado el dinero recibido a través de esta vía fue de 34.000 millones de dólares, un 9% más que en 2012. Las diez principales con más donaciones recibieron al menos 400 millones cada una. El primer lugar de la tabla fue para la Universidad de Stanford, que obtuvo 931 millones de dólares. El segundo puesto lo ocupó la Universidad de Harvard, con 792 millones.
La razón de esas grandes sumas está en que los centros no solo se dedican a la enseñanza, sino que una sustancial parte de su actividad y recursos va a la investigación y otras operaciones. «Realizan investigación médica, tienen programas artísticos, cuidan a los donantes. Si vas a dar más de cien millones, probablemente tienes un propósito en mente y tratas de ser efectivo en una determinada área de cambio social o desarrollo científico», declaró a «US News» Ann Kaplan, directora del estudio sobre las aportaciones económicas a las universidades de EE.UU.
Otro motivo de la calidad de la enseñanza de los principales centros, conocidos en el mundo anglosajón como «Ivy» (hiedra), por las enredaderas que cubren los históricos edificios de Oxford y Cambidge y que copiaron algunas facultades al otro lado del Atlántico, es la mayor globalización de su alumnado. Comparado con los alumnos admitidos hace veinte años, Harvard recibe ahora un 27% menos de estudiantes estadounidenses, y Yale un 24%. Ese descenso está cubierto por estudiantes extranjeros, cuyo número se ha doblado en las universidades de EE.UU. desde 1994 y supone un promedio del 10%, según un extenso artículo publicado el domingo en «The New York Times». La mayor cuota de alumnos extranjeros permite en ocasiones matrículas más altas, al tiempo que, tratándose muchas veces de estudiantes procedentes de familias adineradas, garantiza donaciones de esos futuros antiguos alumnos.

Asia. Inversión, esfuerzo y respeto al profesor

De las cien mejores universidades fundadas en el mundo durante el último medio siglo, cuatro asiáticas figuran entre las cinco primeras. Teniendo en cuenta factores como el impacto de sus estudios académicos, sus premios, la relación entre alumnos y profesores y su diversidad, así lo recoge la última clasificación de la revista británica «Times Higher Education», que corona en el primer puesto a la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pohang (Postech), en Corea del Sur.
Le sigue la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, pero las tres siguientes se ubican también en Oriente: el Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología de Corea del Sur (Kaist), la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong y la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur.
Esta hegemonía es la mejor prueba del auge de la educación en Asia, el continente hacia el que está girando el mundo por su desarrollo económico y su población frente al declive de Occidente, acelerado por la crisis. Como en cualquier otra sociedad en vías de desarrollo, por ejemplo la española entre los 60 y los 70, la educación se ha convertido en la principal prioridad de las familias asiáticas, que están habituadas a hacer grandes sacrificios e invierten buena parte de sus recursos en la formación de sus hijos para garantizarles un futuro mejor.
Acostumbrados desde pequeños a entornos superpoblados y, por lo tanto, muy competitivos, los alumnos asiáticos llegan a la universidad procedentes de algunos de los mejores sistemas educativos del mundo. Con Shanghái, Singapur, Taiwán, Hong Kong, Corea del Sur y Japón copando los primeros puestos de los informes PISA, no es de extrañar que las universidades quieran sacar el máximo partido a dichos estudiantes.

Oportunidaes de negocio

A todo ello se suma, además, la bonanza económica que vive Asia y sus vastas oportunidades de negocio, que atraen fondos públicos y privados para invertir en investigación, contratar a los mejores docentes, fomentar las becas y dotarse con las más modernas infraestructuras.
«En China, las universidades eligen a los mejores alumnos según sus notas y tienen mucho apoyo del Gobierno, que invierte grandes sumas de dinero en infraestructuras y becas, pero también fomenta la competitividad para subir su nivel», explica a ABC Rafael Martín Rodríguez, quien lleva desde octubre de 2011 trabajando en Shanghái como representante de la Universidad de Alcalá de Henares en Asia-Pacífico.
Además del factor económico, destaca como otra de las razones de este auge que «en Asia hay un gran respeto a la jerarquía y el profesor es una figura con prestigio, lo que no significa que no haya quejas si no es bueno porque los docentes son evaluados por sus estudiantes».
Esta base sociológica confuciana, muy distinto a la europea y casi impensable en España, es también el secreto del éxito de las universidades japonesas, donde, a tenor de Martín Rodríguez, «hay una gran competitividad entre los trabajos académicos de sus profesores e incluso en los torneos de todo tipo en los que participan los alumnos». Esfuerzo, fuertes inversiones y respeto a los profesores son, por tanto, las claves del éxito de las universidades asiáticas.

Reino Unido. La universidad como reflejo del culto a la libertad

De regreso de unas jornadas sobre la Transición española en Oxford en 1985, el exministro de Exteriores José María de Areilza concluía que «lo que define a Oxford es el permanente proceso dialéctico que lleva dentro de su vida ciudadana, la educación del hombre, el diálogo permanente del que enseña con el que aprende».
Su definición captura el ADN liberal que caracteriza la cultura académica británica. El culto a un intercambio de ideas permanente, a la originalidad del pensamiento, a la autocrítica como punto de partida. Lo que en muchos países son palabras vacías cortadas y pegadas de decreto en decreto, en el Reino Unido constituyen una garantía permanente de que la moneda de cambio dentro de los muros académicos son las ideas, y no las filias y fobias político-partidistas.
Todavía hoy, Cambridge es la universidad que más premios Nobel ha producido del mundo. La mayor parte de las universidades británicas son constituidas, no por ley estatal o autonómica, sino por una arcaica figura legislativa conocida como cédula real (o «royal charter» en inglés). Se trata de una fórmula legal extraparlamentaria de origen medieval utilizada para la creación de ciudades, de la BBC, o la Royal Opera House, que consiste en un pergamino que firma la Reina y custodia el parlamento.

Autonomía real

Pompa británica al margen, este tipo de acta fundacional garantiza una barrera de contención ante el ansia expansiva de los intereses políticos. Una autonomía real, no solo formal -con sus excepciones puntuales a la norma, como es natural-, compatible con el hecho de que la gran mayoría de las universidades británicas están financiadas, total o parcialmente por el Estado.
Con gran coste político, la coalición de conservadores y liberales que gobierna desde 2010 decidió en diciembre de aquel año, en plena era de la austeridad, elevar las tasas académicas máximas que pueden exigir las universidades en Inglaterra hasta las 9.000 libras anuales (11.000 euros), frente al techo anterior de 4.000. En Escocia, las tasas son sufragadas aún por fondos públicos. Este notable incremento ha comenzado a producir un desvío de alumnos de grado británicos a las grandes universidades de EE.UU., donde las tasas son cubiertas por generosos esquemas de becas.
El último ranking de la revista «Times Higher Education» incluye tres británicas entre las diez mejores universidades del mundo: Oxford (segunda), Cambridge (séptima) y el Imperial College de Londres en décimo puesto. Un prestigio global asentado gracias a la fecundidad investigadora que garantiza la cultura de la libertad que rige, por lo general, el sistema británico. Esta posición global podría ahora estar en peligro por las recientes restricciones a la inmigración extranjera que, según el alcalde conservador de Londres, provocaron ya en 2012 una reducción de un 22% de solicitudes de alumnos extranjeros.
 

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