
–La Universidad de Málaga acaba de entrar en dos áreas del
‘ranking’ de Shanghái. ¿Este hecho es para sacar pecho o no es para tanto?
–Es importante entrar, porque hay que tener en cuenta que
los ‘rankings’ están hechos a la medida de las universidades anglosajonas.
Estar en el entorno de las 400 a las 500 mejores universidades del mundo en
esas áreas es muy bueno. Y eso que no soy muy partidaria de los ‘rankings’, que
se hacen ad hoc.
–Eso suena un poco a excusa.
–Es que es así. Mire, Shanghái, que es el promotor, tiene
que entrar y hacen unas medidas adecuadas para que así suceda. Hay indicadores
fácilmente conseguibles, pero también hay otros en los que hay que saber la
mecánica. Hasta que no destripas el ‘ranking’ no te enteras por dónde van las
cosas. Nosotros hay cosas que hacemos francamente mal en las universidades. Por
ejemplo en las publicaciones. Yo, Adelaida de la Calle, firmo como A. de la
Calle. Y después pongo Departamento de Biología Celular, que importa un bledo.
Después, Facultad de Ciencias, que importa otro bledo. Y después, Universidad
de Málaga. Se tienen en cuenta las dos primeras firmas, o sea, que en mi caso,
no contarían para la puntuación de la Universidad.
–Pero eso es fácil de arreglar. Bastaría con poner A. de la
Calle, Universidad de Málaga.
–Sí, es fácil cuando te has enterado, cuando hemos visto uno
por uno los indicadores, que hay que comprarlos.
–¿Cómo?
–Sí, sí. Todo esto se paga. Que nadie crea que esto es
gratis. Hay que pagar por tener los indicadores de cada área de conocimiento.
–¿Y cuánto ha costado tener estos indicadores?
–Unos 50.000 euros. Nosotros hemos llegado tarde, pero ya
hemos creado una comisión de ‘rankings’ para saber qué tenemos que hacer.
Estamos preparando ahora unas normas de buenas prácticas para que publiquemos
bien. Para que lo que hagamos se nos tenga en cuenta en los citados indicadores.
Para posicionarnos bien. Después hay otras cosas que la gente no sabe…
–¿Por ejemplo?
–Pues que la producción científica se divide entre el número
de funcionarios que tiene la universidad. Esto es importante porque si una
universidad tiene el 51% de funcionarios y un 49% de contratados, la producción
científica de estos últimos se suma a la de los primeros, pero para hallar la
media solo se divide entre el número de profesores funcionarios. O sea, que
cuanto más contratados tengas mejor, pues la productividad científica aumenta
enormemente. La Pompeu Fabra, por ejemplo, sale muy beneficiada, porque tiene
muchos contratados y pocos funcionarios.
–Pues ya hay trampillas en esto de los ‘rankings’.
–Claro, porque además está hecho a la medida de las anglosajones,
que, por ejemplo, tienen también muchos contratados y pocos funcionarios.
–Bueno, dejemos a las universidades anglosajonas y volvamos
a Málaga. ¿No cree que la UMA ha estado muy mimada en la ciudad?
–Sí. La universidad ha sido la institución más valorada en
todos los ámbitos. Es normal. Hoy que vivimos en una sociedad con tantas
confrontaciones, la universidad es muy multicultural, multiideológica. Eso
aproxima más al ciudadano. En el caso de Málaga además la sociedad está
agradecida. Málaga era de esas ciudades que necesitaba una universidad.
–¿Cree que lo más importante que ha pasado en Málaga en los
últimos 50 años ha sido el nacimiento de la UMA?
–Pues me atrevo a decir que sí. Sí, porque ha cambiado la
fisonomía de Málaga. El acceso a la formación de tantos como han pasado por
esta universidad ha hecho de Málaga una ciudad que tiene ahora con muchos
profesionales con muy buena formación. Y estos profesionales han cambiado la
fisonomía de la ciudad. Ha generado una cultura distinta. El malagueño está
agradecido. Mire, uno de los actos que más me gustan es el de la investidura de
nuevos doctores. Vienen las familias a acompañar a sus hijos y son familias que
en la vida habían tenido a un miembro universitario, no ya doctores, sino
universitarios. Esta gente antes no tenía esta oportunidad y ahora sí la
tienen. Por eso está tan mimada la UMA.
–Pero no cree que eso puede ser perjudicial, la ausencia de
un sentido más crítico…
–Eso no quita el sentido crítico. Yo quiero a mis hijos,
pero los critico cuando les veo sus defectos. En Málaga también se ha hablado
de los defectos de la Universidad, aunque es verdad que no hay acritud ni
agresividad, lo cual es bueno. Yo creo en el debate y en la discusión.
–Discutamos pues. En plena época de crisis, ¿no cree que hay
cuestiones recortables en la Universidad de Málaga?
-Las universidades hemos pasado por una época de muy, muy
mala financiación. Hay que darse cuenta de que acabamos de pagar la deuda que
teníamos desde tiempos inmemoriales. No podemos competir con las cien mejores
universidades que están en el ‘ranking’. A la universidad pública hay que
financiarla para que sea competitiva, pero es verdad que tenemos que buscar
fondos propios. Y éstos se encuentran en los entornos. Cuando tú no tienes un
entorno tan competitivo como el que puede tener Alemania o Suecia o Japón es
difícil que puedas encontrar esa financiación. Es difícil que superemos un 20%,
lo que nos obligaría a cobrar las matrículas más caras y pasaríamos de un
concepto de universidad pública a uno de universidad privada. Tenemos que
apostar por la investigación. La realidad es que aquí estamos los últimos de la
fila. Y para subir en prestigio, o bien aumentamos la producción científica o
tenemos premios Nobel. Y nosotros ni los tenemos ni los vamos a contratar.
–Suena a utopía, un premio Nobel de la Universidad de
Málaga…
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