domingo, 5 de junio de 2016

¿Y la ciencia y tecnología? Bien gracias, por F. León-Velarde

“Es indispensable que el nuevo gobierno entienda el valor que debe ocupar la CTI en el desarrollo socioeconómico del país".

Fabiola León-Velarde S.
Estamos viviendo un momento distinto y nuevo en el aporte público a la investigación, la ciencia y la tecnología. Esto no debe cambiar con el nuevo gobierno, sino fortalecerse. Sin embargo, llama la atención la poca importancia que se le ha dado al tema en estas elecciones. En los debates no se mencionó, ni tangencialmente, la trascendencia que tiene el desarrollo de la ciencia, la investigación, la tecnología y la innovación para un país. 
En sus planes de gobierno, Fuerza Popular no menciona a la “ciencia y tecnología” ¡ni una sola vez!, y menos alude a la importancia del desarrollo científico para el progreso del Perú. Mientras que Peruanos por el Kambio le dedica un capítulo de siete páginas bastante bien elaboradas. No obstante, el tema ha podido estar más presente a lo largo de su discurso.
Si bien en los últimos años hemos crecido y producido algo más de bienestar para nuestra sociedad, el desafío actual es ampliar las oportunidades futuras del país. Para ello es indispensable contar con más recursos y capacidades para generar, utilizar y tener acceso al conocimiento y a la tecnología avanzada. 
Tomemos el ejemplo de los transgénicos. Es claro que la decisión de la moratoria en el Perú no ha tenido una base científica y, más bien, las creencias y opiniones han ganado la batalla. Una mutación en una semilla se expresa como una nueva característica de la planta a la que da lugar. Esta puede hacerla más resistente a alguna enfermedad común, hacerla más nutritiva, darle propiedades curativas o afectar la salud. Hoy es conocido que los efectos del consumo de productos vegetales o animales dependen también de las características genéticas del consumidor. 
Hoy la medicina genética y la epigenética abordan estos aspectos, y la epidemiología es capaz de mostrar las desviaciones de la condición de salud normal y lograr así atribuirla a ciertos productos, alimentos, medicinas, condiciones ambientales, etc. En los cinco continentes se han sembrado ya más de 200 millones de hectáreas de cultivos transgénicos. A mi modesto entender, las dimensiones de estos cultivos ya hubieran causado efectos fácilmente detectables a gran escala, y no lo han hecho. 
La finalidad de la moratoria es prepararnos “para una adecuada evaluación de las actividades de liberación al ambiente (análisis de riesgo)”. Muy bien. Este debería ser nuestro punto cero, a partir del cual se deberían adecuar, para el ambiente y diversidad biológica, los procedimientos de análisis de riesgo que recomienda el Protocolo de Cartagena y la legislación nacional. Es momento de construir un nuevo sistema en busca de más seguridad y confianza, y no aceptar nuevamente que la creencia gane a la evidencia. Para esto necesitamos más investigación científica.
Debe existir un grupo ocupacional que se llame “investigador”, que por fin sea apreciado en su verdadera dimensión. Asimismo, se debe trabajar de manera más articulada entre todos los sectores que conforman el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (SINACYT), que hoy, a pesar de los grandes esfuerzos de la doctora Gisella Orjeda, presidenta del CONCYTEC, se encuentra aún desarticulado. Temas tan importantes como el agua, la energía o la minería se estudian e investigan indistintamente en diversos institutos, universidades y empresas privadas. Cuánto más avanzaríamos en tener respuestas apropiadas si todos trabajaran conjuntamente, sin redundancias, y comunicados entre sí. 
Necesitamos una mayor integración de los miembros del SINACYT para poder reorientar sus esfuerzos hacia los problemas más importantes del país y en áreas críticas para nuestro desarrollo (como el impacto del cambio climático, el mejor uso de nuestra biodiversidad, la seguridad alimentaria, el cuidado de la salud o la planificación urbana). La información científica debe cruzar todas las dimensiones del desarrollo nacional.
Es indispensable que el nuevo gobierno entienda el valor que debe ocupar la ciencia, tecnología e innovación (CTI) en el desarrollo socioeconómico del país. Debemos mirar a aquellos países que en este siglo XXI son los nuevos centros de desarrollo, bienestar y progreso para la humanidad, a aquellos que han apostado de manera consistente por la CTI. 
Estos países lo han logrado con voluntad política para fortalecer la CTI, optimizando sus recursos y capacidades, con alianzas público-privadas, con una mirada de largo plazo y con coherencia y efectividad respecto a las metas establecidas. Ojalá vayamos en esa dirección en este nuevo quinquenio.
Fuente: El Comercio

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