viernes, 17 de junio de 2016

Educación superior: ¿un medio o un fin?

Parece que hemos llegado a un consenso sobre la función de la educación superior en este país – preparar a los jóvenes para el trabajo. Lo leo en los medios, lo escucho en conversaciones con amigos, lo vivo día a día en mi trabajo como Gerente de Empleabilidad en IPAE Escuela de Empresarios. Es, estoy convencida, lo que necesitamos para que el Perú sea un país más productivo.A veces me cuestiono si estamos olvidando algo. La educación puede ser un medio para acceder a más y mejores oportunidades laborales, pero puede ser también un fin en sí mismo.
Sin embargo, a veces me cuestiono si estamos olvidando algo. La educación puede ser un medio para acceder a más y mejores oportunidades laborales, pero puede ser también un fin en sí mismo. En esta visión, el éxito laboral sería una externalidad positiva en lugar del propósito de la educación superior de calidad. Paradójicamente, la curiosidad intelectual puede ser aún más valiosa que competencias y conocimientos específicos en la economía del conocimiento, donde las necesidades del mercado pueden ser difíciles de predecir.
Steve Jobs decía que una de las clases más importantes que había tomado en su vida era caligrafía – una materia que a todas luces no tenía ninguna aplicación práctica laboral, pero que sin embargo fue la clave para hacer más amigable al procesador de texto de la primera Mac. Ningún colaborador del área académica de su universidad podría haber previsto la importancia de la caligrafía para el diseño de software. Ningún funcionario del Ministerio de Educación la hubiese incluido en la currícula requerida para la carrera de tecnología. Muchas empresas necesitan personas que, como Jobs, pueden desarrollar soluciones multidisciplinarias. 
Hay pocas carreras menos prácticas que la filosofía. Sorprendentemente, las empresas de tecnología de Silicon Valley hoy contratan filósofos con entusiasmo. Los códigos innecesariamente complejos – apodados código spaghetti – generan más fallas, ya que los cambios en una parte del código pueden afectar otras partes de forma impredecible. Por ello, programar de forma lógica y sencilla es importante. Muchas empresas consideran que es más fácil enseñar a programar que a pensar y redactar de forma lógica, precisamente las competencias en las que destacan los filósofos. Contratan entonces a filósofos y les enseñan a programar. 
Hoy es evidente que el manejo del inglés es una competencia básica para el mercado laboral. Sin embargo, en la mitad de la Guerra Fría, no era tan claro. Los rusos podrían haber ganado. Con ese escenario en mente, el abuelo de una amiga se quiso adelantar a las necesidades del futuro y contrató a un profesor de ruso para sus hijos. Hoy hay una familia de ecuatorianos que habla ruso impecable. Interesante sin duda, pero no muy práctico. 
Yo estudié artes plásticas por muchos años en la universidad. No pintaba para aprender alguna competencia valiosa, sino porque me gustaba. Hace años que no toco un pincel, pero uso todos los días lo que aprendí pintando – la habilidad de mirar la composición en general y componentes independientes al mismo tiempo, la humildad para aceptar críticas constructivas, la importancia de observar con detenimiento. Sería una peor administradora si no hubiese trabajado con tanto empeño en todos esos lienzos.
Debemos esforzarnos por acercar los aprendizajes del aula a las necesidades de la empresa. Se lo debemos a todos los peruanos que dedican el poco tiempo y dinero que tienen para poder acceder a un mejor futuro profesional a través de sus estudios. Sin embargo, no olvidemos en nuestro esmero por predecir necesidades futuras que no tenemos bolas de cristal. No olvidemos también de inculcar en nuestros estudiantes curiosidad intelectual, aunque no parezca práctico. A veces el camino más corto no es el más rápido.
Fuente: ALTAVOZ

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