Del guardián de los muertos al modelo de desnudo, los cinco oficios más curiosos tras el 'escenario' visible de la Universidad.
Están en el 'backstage', pero sin ellos no habría protagonistas. No
están en el aula, ni siquiera en los laboratorios que transitan los
estudiantes, profesores e investigadores, rostros visibles del día a día
universitario. Y, sin embargo, su labor oculta a ojos del gran público
es esencial. Son los denominados técnicos, personal laboral, profesionales en plantilla
cuya función principal es preparar instalaciones, material e incluso
personal para las clases y los proyectos de investigación. Labores tan diversas imposibles de etiquetar sin resultar simplista; y que podrían denominarse las profesiones ocultas de la Universidad.
De la recepción y cuidado de los cuerpos donados en vida por quienes
quieren contribuir al avance de la medicina al mantenimiento del campo
que supondrá la primera experiencia práctica de los futuros garantes de
la agricultura y la ganadería. De las características físicas que
plasmarán las pinturas originales de los grandes artistas españoles de
los próximos años a las probetas en las que nacerán los grandes
descubrimientos científicos. Sin olvidar la imagen que plasmará, de un
vistazo, dichos 'momentos eureka'. Son los 'alguien tenía que hacerlo' del campus.
Del Casino de Torrelodones a la sala de disección
La primera donación que tuvo que atender Isidro Medina
llegó sólo siete días después de su debut en el depósito. "Era un
extranjero y, además, muy joven. Reconozco que me emocioné un poco,
venía a España en busca de una vida mejor y encontró la muerte",
recuerda. Abrumado, salió al pasillo con "una mezcla de inquietud y
respeto". Era sábado y estaba solo, así que cogió una silla y se sentó junto al muerto.
El sótano de la Facultad de Medicina de Albacete son sus dominios. Un
entorno en el que la muerte es la gran protagonista. Lleva 10 años
-«casi 11»- como mozo de disección (en la jerga de gremio) de la Universidad de Castilla-LaMancha (UCLM), y todavía le cuesta creerlo.
Isidro no siempre se dedicó a preparar cadáveres; de hecho, nunca
había tenido relación con los muertos. Trabajaba en el Casino de
Torrelodones cuando se hizo pública la vacante que hoy ocupa. No le hacía falta más que una formación básica. El día a día fue su mejor aprendizaje.
Desnudo inspirador de los futuros artistas
"Esto es un mundo aparte". El mundo de Ángel Costoya,
que, desde hace 16 años, posa desnudo en las clases de dibujo, pintura y
escultura, para servir de referencia para las creaciones de los
alumnos, en turnos de 45 minutos, "con 15 de descanso". Es modelo en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Ángel es un activista de lo suyo. Cuenta, orgulloso, que la UCM es
una 'rara avis' en España, donde lo normal es que los modelos sean
autónomos, contratados y pagados por sesión. Aquí, en cambio, son
miembros de pleno derecho de la comunidad universitaria. Son 16 compañeros, ocho hombres y ocho mujeres,
con una media de edad de 45 años. Y su función es colaborar con el
profesor -"fundamental el entendimiento"- para poner su cuerpo al
servicio del arte.
El primer día fue todo un tierra, trágame. "Imaginaba una sala
grande, con muchos alumnos, de forma que no pudiera casi ni distinguir
sus caras, y me metieron en un cuarto pequeño, con cinco o seis personas
a un metro de mí", recuerda. Pero el pudor se pasa rápido, cuando el modelo se da cuenta de que es "poco más que un florero".
Artesanía fundamental para la investigación
"Quedan menos sopladores de vidrio que linces ibéricos". Así describe Emilio Elvira su profesión, en el taller de vidrio de la Facultad de Químicas de la UCM, rodeado de probetas, matraces y los más estrambóticos envases, todos con su firma.
El suyo es un oficio artesano que este soplador desempeña cada día
desde hace 10 años en la UCM, tras una carrera de 17 años en el CSIC. "El límite del vidrio sólo está en la imaginación. Se puede crear cualquier forma", describe. A su puesto como personal laboral sólo se presentaron dos personas.
"El otro no era soplador científico, sino artesano, así que se retiró e
hice el examen yo solo", recuerda. Hoy tiene 47 años y es "de los
jóvenes". "Hay plazas desiertas en toda España, es un oficio sin paro,
pero formar bien a un soplador lleva mucho tiempo, así que las empresas
prefieren encargar los prototipos fuera", lamenta.
Decía José María Fernández Navarro, investigador del CSIC, que el nivel científico de un país se mide por el número de sopladores,
y Emilio toma esta declaración como su máxima cada día. El vidrio
engancha, incluso a nivel físico. "Nos sometemos a muy altas
temperaturas y el cuerpo, para protegerse, genera endorfinas. Así que en vacaciones tenemos mono, se llama estrés térmico", asegura el soplador. Y guiña un ojo.
El ojo que todo lo ve, y lo muestra al mundo
La facultad de Ciencias de la Universidad de Alcalá (UAH) esconde una sala tan estrecha que es imposible imaginar las posibilidades que alberga. Es el laboratorio de Luis Monje, una mezcla entre MacGyver e Indiana Jones
con tantas aventuras a sus espaldas que darían para escribir un libro.
Su oficio, la fotografía científica, lo convierte en un personaje
exótico en la España analógica.
"Dice más una imagen que mil palabras", resume Luis, como dejando caer que no hay más que explicar. Este biólogo llegó a la fotografía desde la Biología, y casi por casualidad.
Siempre había dibujado, era el caricaturista oficial del colegio, y más
tarde de la facultad. Cuando estaba preparando el doctorado en
Botánica, le llegó la noticia de una plaza en el laboratorio de la UAH. Y
se puso a estudiar. "Leí todo lo que se había publicado sobre
fotografía entre el 59, cuando nací, y el 88, cuando llegué a la
universidad. Creo que habré utilizado apenas un 5% de todo eso en estos
años", bromea.
Su trabajo consiste en hacer visible lo invisible, "ya sea porque es
muy pequeño, porque va a gran velocidad, porque son ondas o porque esta
muy lejos". Desde la piel en alta definición de un organismo
microscópico hasta una bala en el momento de impactar con una tiza, todo
es susceptible de ser captado por el ojo experto de Luis. Y todo con un
equipo que el mismo ha fabricado. "Empecé con fragmentos de microscopio
rotos y, con 20 años, reconstruí una maquina de dos millones de pesetas con una lata de lacón gallego, unos imanes y un gotero de hospital", recuerda, y señala las patas de su último invento. Son rollos de papel higiénico.
Alma rural en medio de la gran ciudad
El espacio de trabajo de Román Zurita es casi como
una reproducción, en Madrid, de un cachito de su Palencia natal. Es tal
el amor que este castellano profesa por su tierra que, cuando consiguió
una plaza fija como responsable de los campos de prácticas de Agrónomos en la Universidad Politécnica de Madrid,
hace 25 años, lo primero que preguntó fue cuánto tiempo tenía que estar
allí para poder pedir el traslado. "Ahora ya no me quiero ir, estoy muy
a gusto aquí", confiesa. Pocas veces alguien muestra su oficina con
tanto entusiasmo.
La misión de Román no es otra que "hacer que todo funcione".
Gestiona todos los recursos que tiene la finca, tanto la maquinaria
como el terreno y el personal, y cuida el espacio para que se mantenga
limpio, y que todas las instalaciones eléctricas y de fontanería
funcionen.
Pero el niño de los ojos de Román, no lo puede negar, es Alonso, un águila que permanece tranquilamente posada en su brazo
durante toda la visita. Su nombre es un homenaje a Alonso de Herrera,
escritor de temas agrícolas, y su función es espantar a las palomas, "la
peor plaga" a la que tiene que hacer frente la finca. "Es un trabajador más, se cree funcionario
porque sabe que es el que más asegurado tiene su puesto de trabajo",
bromea Román. Y se alejan, los dos, cómplices. Charlando, como si se
entendieran perfectamente
Fuente: http://www.elmundo.es/
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