- Marcela Mendoza Riofrío
- Periodista
- @mameri9
Érase una vez un soleado valle a la sombra de un volcán en donde las ideas fluían en códigos binarios y se creaban maravillas, aunque pocos las vieran. Érase un escondite que quiso saltar a la fama antes de la última crisis financiera, en el 2007, bajo el nombre de Mistisoft. Se trataba de una fábrica de software desbordada en más de 10 mil m² al pie del volcán que cumplía con lo soñado durante cuatro décadas. La respaldaba desde Apesoft (Asociación Peruana de Productores de Software) hasta el Gobierno Regional y prometía ser semillero para 300 empresas con el triple de mano de obra y generar US$100 millones en exportaciones.
El sueño no despegó del papel, tal como ha sucedido con otras iniciativas similares del sector en los últimos 10 años, recuerda Rolando Liendo, quien en aquel entonces era presidente de Apesoft y gerente de la fábrica de software Lolimsa. Como el camino al infierno, el país está lleno de buenas voluntades que abarcan desde montar un Valle de la Tecnología en Huancayo hasta la ciudad del software en Lurín. Aunque eran pocos los millones requeridos, el visto bueno final nunca llegaba.
No es que el sector no sea dinámico, pero le falta mucho para concretar ese sueño de tener un Silicon Valley local, afirma David Edery, gerente de exportaciones de servicios de Prom-Perú. En los últimos nueve años, agrega, se ha triplicado la facturación (de US$132 millones a US$ 310 mlls. en el 2013) y cuadruplicado las ventas al exterior (de US$9 millones a US$38 mlls) y todo indica que la curva ascendente seguirá con buen viento, sobre todo al sur. Si no fuera así, en las oficinas de Mountain View de Google no estarían pendientes por capturar a los jóvenes del valle del Misti cuando todavía están en las aulas, resalta Alex Cuadros Vargas, director del Centro de Investigación de Ciencias en la Computación de la Universidad Católica San Pablo.
“SÍ, QUEDAOS”
La fama de talentosos tiene asidero real. El valle de bonito paisaje y suave clima en el que el inca Mayta Cápac dijo a sus guardianes “Ari qhipay” (en castellano: sí, quedaos) es cuna de prestigiosos ingenieros durante décadas. Lo supo el BCP cuando instaló allí una fábrica de software con casi 300 personas para atender procesos a nivel nacional y lo supo la renombrada y gigantesca india TATA, que hace dos años absorbió -y mantiene- la mayoría de posiciones en dicha fábrica para atender al BCP. Y lo reafirma Juan José Miranda del Solar, actual presidente de Apesoft y gerente de Magia Digital, quien acaba de abrir una sede allá para captar al mejor personal y desarrollar proyectos altamente innovadores para ofrecer a todo el mundo.
“No es fácil conquistar el mercado de fuera cuando eres de provincia, pero con talento y esfuerzo lo logras”, aclara María Teresa Vignes Rivera, gerenta comercial de la arequipeña Logicenter, quien asegura que viven compitiendo con lugareños y foráneos, venidos de Silicon Valley, por “atrapar genios”.
Uno de esos extranjeros atraídos por la talentosa calma del valle del río Chili es el empresario de origen indio Sanjiva Nath, quien luego de trabajar 25 años en Silicon Valley decidió asentarse en ese “pequeño secreto informático”. Jean Huertas, consultor en zAgile, la empresa de Nath, explica que comenzaron con un equipo de desarrollo en Chile a través de una profesora arequipeña que residía allá. Al equipo de Chile se sumaron algunos desarrolladores de Arequipa, pero como el equipo chileno no respondió a lo esperado optaron por establecer el centro de desarrollo en Arequipa. Llevan ya siete años trabajando con este equipo al que consideran de buen nivel técnico, alta motivación para resolver problemas complejos, gusto por el trabajo y autodidactas.
Opinión parecida tiene David Chandler, padre de cinco pequeños, quien dejó su puesto en Google para mudarse al pie del Misti y acaba de fundar una empresa de desarrollo móvil y web TurboManage. Además del buen nivel de la mano de obra, apunta, lo atrajo el poco tráfico y el clima, porque sufre de asma.
“¿Cómo no venir si el nivel académico es alto y el costo por hora de programación acá está entre los US$30 y US$60 mientras que afuera supera los US$90?”, se pregunta María Teresa Vignes, quien junto a su esposo ha logrado llevar una solución que crearon para la Caja de Arequipa a casi todas las Cajas del Perú.
María frunce el ceño, recelosa, ante la llegada de fábricas de software españolas, chilenas y brasileñas al país, no solo porque la mano de obra escasea sino porque como ‘provincianos’ les cuesta mucho cruzar las fronteras. “La primera vez que postulé para exportar me dijeron que no y se me salió el Misti”, recuerda luego de enumerar sus intentos por ingresar a Chile y Colombia. Si mudar su oficina comercial a Lima les fue difícil porque no los tomaban en serio (“existe el prejuicio de que ser tres veces más barato te vuelve menos eficiente”) llegar al exterior lo es mucho más.
Pero no son los únicos que sufren. Los deseos que tienen las cerca de 50 empresas arequipeñas activas de ser al menos como Lolimsa que exporta a siete países -o, por qué no, como Facebook- también los tienen las ‘startups’ limeñas, que tampoco la tienen fácil. Franco Paolo Carranza, el fundador e-interactiva, se pasó varios años “dándole al teclado roto” hasta lograr una solución con demanda internacional la cual, en dos años, le está permitiendo quintuplicar sus ventas, relata Luis Torres, quien trabaja en Ángel Ventures Perú buscando financiamiento para estos emprendimientos. Y un sentir parecido tiene Juan Huapaya, gerente general de Software Enterprise Services (SES), quien cuenta que se necesita “suerte”, entendida como oportunidad para ser oído, sumada a capacidad técnica y un modelo de negocio exitoso para poder salir adelante en este país.
¿UN VALLE DE SILICIO?
“Siempre es posible soñar, pero hay que hacerlo con los pies en la tierra. El Perú por sus propios medios nunca será un Silicón Valley y es bueno no pretender compararnos con ellos”, afirma categórico Guillermo de Vivanco, director de Ángel Ventures Perú. Lo respaldan los analistas del mercado Fernando Grados (Dominio Consultores) y Federico Amprimo, quienes afirman que hay mucho por hacer para convertirnos en un ‘hub’ tecnológico que provea al continente o al mundo. “Brasil, Chile, México... todos sueñan con ser el Silicon de la región, pero copiar y pegar no es el camino”, categoriza Amprimo.
Franklin Marcelo, director de Interfono, asegura que Silicon Valley es consecuencia de una serie de oportunidades bien aprovechadas y responde a todo un ecosistema basado en invertir en lo que no es seguro y luego de muchos errores hallar una idea brillante. Podemos observar el modelo y empezar a cambiar nuestra forma de trabajar, pero tomará décadas lograrlo, asegura. “Venimos de décadas de una administración de pobreza: no existía el manejo de excedentes. Hay que cambiar el chip para saber gastar capitales de riesgo”, advierte Ricardo Fernández, gerente país de IBM, quienes aunque tienen la fábrica más grande del país (mínimo 500 posiciones) no califican como proveedor internacional de IBM.
No está mal soñar en ser un gran proveedor mundial, advierte Fernando Grados, pero para concretar ese ideal se necesita un Estado decidido a apoyar la iniciativa. Además, falta pasar del interés a la decisión de montar un verdadero ecosistema (que involucra a empresas y academia) para promover empresas de alto impacto que atraigan a los fondos de capital de riesgo, añade Guillermo de Vivanco.
A nivel empresarial, apunta Alfredo Gama, director de la comunidad Arequipa Valley, se necesita que las empresas se involucren más y compartan conocimientos con los chicos. A nivel académico, agrega Alex Cuadros, se trata de profundizar en la capacidad de crear (y no solo aprovechar) tecnología.
¿Debe ser Arequipa la ciudad elegida para nuestro ‘hub’ tecnológico? Para empezar, los bajos costos y el estilo de vida calmado lo ponen entre los favoritos, afirma Vignes. “Sin lugar a dudas, talento arequipeño existe. Y en el campo de aplicaciones móviles, se presenta un nuevo y enorme camino de oportunidades”, agrega Fernando Daza, de Easy Taxi Arequipa. Sumada a esa genialidad oriunda, precisa Cuadros, está el hecho de concentrar dos tercios de los doctores y másters en ciencias de la computación peruanos, quienes están listos para crear y enseñar a crear.
En ese sentido ganar el concurso de Concytec para tener un Centro de Investigación Internacional en Alta Tecnología en Arequipa (ya están en la fase final) sería esencial para lograr el ansiado ecosistema, añade. “Arequipa se ha convertido en una ciudad económicamente importante para el Perú y podría convertirse en un gran centro de desarrollo de soluciones para el mundo y por qué no, para el mismo Silicon Valley”, enfatiza Miranda. No seremos ellos, pero esta nueva versión de Mistisoft que estamos gestando, asegura, es más que viable.
Fuente: El Comercio
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