Por Mirko Lauer
La reciente muerte de Santiago Agurto Calvo ha pasado casi inadvertida, pues los medios en buena medida la han obviado. Para un hombre de sus méritos académicos, profesionales, políticos y cívicos, resulta una injusticia. Su obra sin embargo es ya parte de la historia de la arquitectura peruana.
Como presidente del Centro de Estudiantes de la antigua Escuela de Ingenieros, encabezó la huelga universitaria nacional en solidaridad con los estudiantes de Trujillo que pedían y lograron la renuncia del rector Meave Seminario. Al regreso de un postgrado en Cornell fue llamado a la Corporación Nacional de la Vivienda para hacerse cargo de la oficina de proyectos, donde colaboró en la culminación de la Unidad Vecinal Nº 3 y diseñó el conjunto Angamos en una manzana de Jesús María.
Allí, a la cabeza de un pequeño equipo de jóvenes profesionales desarrolló una importante tarea de diseño y supervisión de obra hasta 1963, cuando fue obligado a renunciar por presión del premier Pedro Beltrán, a causa de una crítica a la política de vivienda basada en las mutuales.
Entre sus obras más notables: unidades vecinales como Matute, Mirones y El Rímac; una serie de conjuntos habitacionales, entre los que destacan Risso (o Hipólito Unanue), San Eugenio, y Barboncito en Lima, así como en varias en las principales ciudades de provincias. El Centro Vacacional Huampaní y su casa familiar (recién demolida por la voracidad inmobiliaria) son sin duda sus diseños de mayor calidad arquitectónica.
Su carrera docente no ha sido menos valiosa. Primero en un curso de Historia de la Arquitectura en reemplazo de Héctor Velarde, y luego en el Taller de Diseño, donde desarrolló una excelente tarea, dentro de los lineamientos de la reforma del año 1946. A la vez se integró también a la Agrupación Espacio, participando en la labor de difusión que este colectivo realizó hasta los años 1952-1953.
Cuando la Escuela de Ingenieros adquiere el rango universitario, Agurto es elegido para suceder a Fernando Belaunde Terry en el decanato. Poco después fue elegido Rector de la UNI, donde desempeña una notable labor, centrada en la apertura de la institución a las humanidades. En este campo cabe destacar la creación de la revista Amaru, cuya dirección encomendó al poeta Emilio Adolfo Westphalen; la formación de una pinacoteca; así como el apoyo a una tuna, al teatro universitario, al coro y en general a las actividades extracurriculares.
Agurto incursionó también en política. Con la gente de su generación fundó el Movimiento Social Progresista (del que fue secretario general), que entre los años 1955 y 1963 tuvo presencia notable en la primera candidatura de Belaunde, y luego a propósito del problema del petróleo. Tras el sismo de 1970 fue llamado por el gobierno de las Fuerzas Armadas para encabezar la oficina técnica de CRYRZA, la entidad reconstructora de Ancash.
Junto a sus actividades docentes, profesionales y políticas este hombre polifacético se interesó por nuestro pasado. Reunió una estupenda colección de cerámica y realizó diversos estudios arqueológicos. Arquitectura y planeamiento inca (Capeco, 1987) es el más importante de sus libros.
Su campaña por hacer retirar la estatua del conquistador de nuestra Plaza Mayor, lo terminó logrando. Su iniciativa más reciente fue contra la estrofa del Himno Nacional que se ha venido cantando por decenios (la del largo tiempo…) que él consideraba, con justa razón, ofensiva a la dignidad de peruanos. Investigó y demostró su origen apócrifo, escribió Levantando la humillada cerviz (Norbert Wiener, 2004) y gestionó en el TC y en el Congreso para que se la proscriba, lo cual logró.
La reciente muerte de Santiago Agurto Calvo ha pasado casi inadvertida, pues los medios en buena medida la han obviado. Para un hombre de sus méritos académicos, profesionales, políticos y cívicos, resulta una injusticia. Su obra sin embargo es ya parte de la historia de la arquitectura peruana.
Como presidente del Centro de Estudiantes de la antigua Escuela de Ingenieros, encabezó la huelga universitaria nacional en solidaridad con los estudiantes de Trujillo que pedían y lograron la renuncia del rector Meave Seminario. Al regreso de un postgrado en Cornell fue llamado a la Corporación Nacional de la Vivienda para hacerse cargo de la oficina de proyectos, donde colaboró en la culminación de la Unidad Vecinal Nº 3 y diseñó el conjunto Angamos en una manzana de Jesús María.
Allí, a la cabeza de un pequeño equipo de jóvenes profesionales desarrolló una importante tarea de diseño y supervisión de obra hasta 1963, cuando fue obligado a renunciar por presión del premier Pedro Beltrán, a causa de una crítica a la política de vivienda basada en las mutuales.
Entre sus obras más notables: unidades vecinales como Matute, Mirones y El Rímac; una serie de conjuntos habitacionales, entre los que destacan Risso (o Hipólito Unanue), San Eugenio, y Barboncito en Lima, así como en varias en las principales ciudades de provincias. El Centro Vacacional Huampaní y su casa familiar (recién demolida por la voracidad inmobiliaria) son sin duda sus diseños de mayor calidad arquitectónica.
Su carrera docente no ha sido menos valiosa. Primero en un curso de Historia de la Arquitectura en reemplazo de Héctor Velarde, y luego en el Taller de Diseño, donde desarrolló una excelente tarea, dentro de los lineamientos de la reforma del año 1946. A la vez se integró también a la Agrupación Espacio, participando en la labor de difusión que este colectivo realizó hasta los años 1952-1953.
Cuando la Escuela de Ingenieros adquiere el rango universitario, Agurto es elegido para suceder a Fernando Belaunde Terry en el decanato. Poco después fue elegido Rector de la UNI, donde desempeña una notable labor, centrada en la apertura de la institución a las humanidades. En este campo cabe destacar la creación de la revista Amaru, cuya dirección encomendó al poeta Emilio Adolfo Westphalen; la formación de una pinacoteca; así como el apoyo a una tuna, al teatro universitario, al coro y en general a las actividades extracurriculares.
Agurto incursionó también en política. Con la gente de su generación fundó el Movimiento Social Progresista (del que fue secretario general), que entre los años 1955 y 1963 tuvo presencia notable en la primera candidatura de Belaunde, y luego a propósito del problema del petróleo. Tras el sismo de 1970 fue llamado por el gobierno de las Fuerzas Armadas para encabezar la oficina técnica de CRYRZA, la entidad reconstructora de Ancash.
Junto a sus actividades docentes, profesionales y políticas este hombre polifacético se interesó por nuestro pasado. Reunió una estupenda colección de cerámica y realizó diversos estudios arqueológicos. Arquitectura y planeamiento inca (Capeco, 1987) es el más importante de sus libros.
Su campaña por hacer retirar la estatua del conquistador de nuestra Plaza Mayor, lo terminó logrando. Su iniciativa más reciente fue contra la estrofa del Himno Nacional que se ha venido cantando por decenios (la del largo tiempo…) que él consideraba, con justa razón, ofensiva a la dignidad de peruanos. Investigó y demostró su origen apócrifo, escribió Levantando la humillada cerviz (Norbert Wiener, 2004) y gestionó en el TC y en el Congreso para que se la proscriba, lo cual logró.
Fuente: La República
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