El año pasado, Juan Sheput propuso, a través de un proyecto de ley, elevar de 70 a 75 años la edad máxima para ejercer la docencia en las universidades públicas. Ahora busca que el Congreso retome el debate, pero sin frases como la tristemente célebre "Leer mucho causa Alzheimer", de su colega Bienvenido Ramírez.
Usted también es catedrático, ¿hasta qué edad podrá serlo en el marco de la ley?
Me siento tan vital que no veo límites, y creo que muchos colegas también. Creo que la edad es un criterio relativo según el estado de cada persona. Es un concepto técnico ya asumido. No es algo estático.
Ud. dice que el cese docente es un desangre del capital humano en la universidad pública.
Lo es. Lamentablemente muchos docentes se están marchando a la universidad privada para no perder sus ingresos y eso perjudica a los alumnos de las universidades públicas.
Pero en dos años, más de 10 proyectos de ley, y 300 cesados, no hay ningún resultado de los debates en el Congreso.
Inicialmente el congresista Lucio (Ávila), expresidente de la comisión de Educación, le dio importancia al debate. Se trató en el Pleno. Pero hubo voces de todas las bancadas que se oponían, y otras que apoyaban, pero distorsionándolo.
¿En qué sentido?
Algunos planteaban elevar el límite a 80 años; otro desaparecerlo, y otros reincorporar a los cesados. Todo eso hizo que se congelara el debate. Porque sí hubo debates.
Pero nada concreto.
Claro. Yo tuve el apoyo de Javier Velásquez Quesquén para elevar la edad a 75 años. También es cierto que algunos docentes entorpecieron el debate, se presentaron en el Pleno, y argumentaron la necesidad de no poner una edad tope. Entonces, presionados por esa actitud –que puede ser comprensible– algunos parlamentarios exageraron sus propuestas y ahí se congeló.
¿Qué tanto cree usted que se ha avanzado?, ¿qué falta?
Vamos a retomar el tema. El jueves conversé con la presidenta de la comisión de Educación del Congreso, Paloma Noceda, para que vuelva a ponerlo en debate. De lo contrario, va a generar una gran conmoción universitaria (...). La calidad y formación académica de un profesor de 60 o 70 años no se puede dejar de lado por una ley torpe.
¿Y qué le dijo Noceda?
Que lo vamos a recibir. Encuentro una buena disposición en la bancada mayoritaria. También he conversado con el vocero Daniel Salaverry, quien me manifestó su total predisposición para tratar el tema al interior de su bancada.
¿Cuándo lo van a retomar?
Recién hemos empezado la legislatura. Ya me contacté con Noceda, voy a enviar una carta. Supongo que en las próximas dos semanas sería agendado, pues la universidad peruana no soporta un semestre más en esas condiciones. Es un asunto que debe resolverse ahora, si no generará graves problemas en la calidad académica, la disponibilidad de profesores y la incorporación del recurso humano (...). Tampoco se toma en cuenta el castigo remunerativo. Un profesor de altísimo nivel pasaría a ganar 800 soles.
Si varias bancadas lo respaldan, es probable que se dé la modificación que busca.
Creo que sí, hay un contexto. Estoy muy optimista después de la conversación con Noceda y Salaverry.
¿Alguna vez se ha hablado esto con el Ejecutivo? ¿Qué dice el presidente sobre el tema?
He tenido la oportunidad de hablarlo con el presidente Kuczynski y con el premier. Ellos están de acuerdo con esa posición, son conscientes de la situación en la universidad pública. No he tenido la oportunidad de tratarlo en detalle con la ministra Marilú Martens, pero sí con el presidente, cuyo hermano es docente en Oxford y tiene 75 años, por ejemplo.
Entonces, el presidente respalda esta modificación del límite de edad.
El presidente, en esa conversación inicial, me ha manifestado su aceptación de que se pueda elevar el límite.
Y en cuanto a una mejor jubilación, que podría darse a través de una carrera docente. ¿Hay la posibilidad de que se vea el tema en el Congreso?
Sí, yo estoy planteando esto de los 75 años solo como un primer paso para solucionar un problema y evitar la sangría. Pero, a continuación, la Ley Universitaria merece algunos retoques. Es buena en espíritu, pero merece retoques.
Fuente: La Republica
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