La ex directora de Universidades de Madrid, Clara Eugenia Núñez, piensa que ha habido una contratación masiva y sin control de docentes.
“A los políticos no les ha preocupado tener buenas universidades, solo abrirlas”. “En los 70 recibí una enseñanza mejor en Bachillerato que en la universidad. La situación ahora es la misma”, sostiene la académica.
Clara Eugenia Núñez, profesora de Historia Económica de la UNED y directora de Universidades en la Comunidad de Madrid entre 2003 y 2009, tiene un mal diagnóstico del panorama universitario y un pronóstico pesimista: no hay universidades de calidad, sobran docentes y la reforma que plantea el ministro José Ignacio Wert pasa de puntillas en un tema que considera fundamental; incentivar a los docentes que cumplan con la excelencia y 'castigar' los malos resultados.
Ha publicado recientemente 'Universidad y Ciencia en España' (Editorial Gadir), donde analiza por qué ninguna universidad figura entre las 200 mejores del mundo y plantea medidas para la excelencia. La académica responsabiliza de la mala gestión a los políticos, comunidades y a la propia universidad, donde aprendió menos que en Bachillerato. “Hoy siento lo mismo. La universidad no da una formación mejor que la encontré en los años 70”.
¿Cuál es su diagnóstico del mapa universitario en España?
Tenemos muchas universidades, excesivamente uniformes y nos faltan centros especializados y de calidad.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
El sistema universitario no es autónomo, sino autogestionado por los propios profesores y otros colectivos que trabajan en la universidad. Lograr una formación de calidad y una investigación socialmente útiles son fines que no llegan a producirse porque nadie se preocupa de que se cumplan.
¿Por qué los profesores no se han preocupado de la calidad académica?
Los responsables con capacidad de decisión son elegidos por el profesorado. Los rectores y decanos son nombrados por sus compañeros y no van a adoptar medidas impopulares, tienen que tomar medidas que van a garantizar un apoyo mayor y el puesto en el gobierno. No hay nadie que se responsabilice de los servicios que la universidad debe dar a la universidad.
¿Hay una burbuja universitaria?
En mi opinión, sí la hay. Sería más útil socialmente tener menos universidades, que fueran más diversas y que hubiera centros de excelencia. La culpa es de la ley, del marco legislativo, que han permitido la autogestión y la dependencia de unas autoridades locales que han competido por tener universidades en sus territorios, pero no por centros de excelencia. A los políticos no les ha importado tener buenas universidades. Ha habido una especie de acuerdo tácito entre los políticos y los propios universitarios para que aumenten los centros.
Comenta que no hay buenas universidades, ¿pero hay profesionales de excelencia?
Sí, hay excelentes profesores, universitarios y estudiantes, pero son profesionales aislados. A veces se concentran y hay departamentos que se salen de la media. Pero viven en un entorno institucional que no les permite prosperar, estan en un entorno adverso. Sus experiencias son efímeras, no son la norma y tienden a desaparecer.
¿La universidad emula lo que pasa en la sociedad?
La universidad debería liderar el progreso, la profesionalidad, la excelencia y la investigación, pero no lo hace. Y es buen reflejo de la sociedad. Los estudiantes no son conscientes de lo importante que es recibir una buena formación para su futuro. No se trata solo de acceder a la educación, sino de que el centro sea bueno y que su experiencia sea positiva, y eso implica esfuerzo y compromiso. Se echa de menos compromiso en los estudiantes y respuesta por parte de la institución.
¿Qué le parece la propuesta de los expertos para reformar el sistema universitario?
La propuesta es claramente insuficiente, porque hay 100.000 profesores, que son los responsables de hacer el cambio y al mismo tiempo de la situación actual. Si mantenemos en sus puestos a estos docentes, difícilmente se puede resolver el problema de la universidad.
¿Qué propone?
Que haya incentivos individuales para profesores y universitarios, para que obtengan más financiación si cumplen con lo que requiere la sociedad, en términos de excelencia. Y que haya una reducción de fondos para los que no lleguen a esas metas. El Ministerio de Educación debe establecer los mecanismos de vigilancia y control de los objetivos de financiación. Se trata de que después las comunidades establezcan sistemas de financiación por objetivos, como en mi etapa como directora de universidades en Madrid. Por ejemplo, poner como baremo en qué medida los alumnos que estudian un grado encuentran un empleo en los años posteriores a su graduación. Esa información sería muy útil para los estudiantes y se combatiría el fracaso escolar, se reduciría el tiempo de cursar los estudios y el sistema empezaría a limpiarse. Las universidades tendrían que prescindir del personal que no cumple los objetivos y contratar en función de estos criterios. Es una vía que hay que explorar, pero la propuesta que tiene el Ministerio lo desarrolla poco.
¿Sobran profesores, como dice el Tribunal de Cuentas?
Hace diez años la media estaba en 18 estudiantes por profesor y ahora estamos a 11 por docente. Esto índica que ha habido un proceso de contratación masiva en los últimos años. La mayor parte de esas contrataciones se han hecho sin procesos abiertos a escala internacional. Estamos reclutando a los propios licenciados y esto empobrece el sistema. Hay profesores y estudiantes mucho mejor preparados que no han podido venir a España.
¿Si tuviera un puesto de responsabilidad en el Gobierno, sería partidaria de recortar carreras, profesorado y universidades?
Creo que los ajustes en los centros deberían producirse de una forma natural. En ningún caso, puede aprobarlos una autoridad, que no dispone de la información clara sobre qué es lo que sobra y falta en una universidad, no puede hacer esa reorganización. Lo debe hacer la universidad, pero hay que exigirlo. Desde dentro de la institución se debe decidir qué profesorado sobra, qué oferta…No, desde arriba, porque sería una situación desastrosa.
El aumento de las tasas universitarias se ha encontrado con una fuerte contestación social y ha generado más desigualdades entre autonomías. Los contrarios denuncian que se ha quebrado la equidad, ¿qué opina?
En una crisis económica severa, es el peor momento subir las tasas académicas, porque las familias están sufriendo mucho y se les pide que hagan otro esfuerzo, en la educación de sus hijos, que es lo que nos va a sacar de la crisis. El Ministerio, las comunidades y las universidades deberían haberlo hecho en la época de bonanza.
El Ministerio justifica la subida por los problemas de financiación…
Sí, hay problemas de caja, porque las transferencias han bajado de golpe y los fondos se han usado para gastos de personal. Ahora las universidades se han visto obligadas a recortar en plantilla y a subir las tasas. El problema, insisto, es que el personal no se ha ajustado a las necesidades y ahora existe un claro desajuste entre lo que piden los estudiantes y lo que ofrece la universidad. Si no hubiera exceso de plantilla, probablemente no habrían subido las tasas. La Universidad ha crecido por encima de las necesidades y sin control. Lo pagan ahora los jóvenes docentes y los estudiantes.
¿De dónde se obtienen los recursos ante la caída del presupuesto público? ¿Es débil la capacidad investigadora para captar recursos privados?
Es la asignatura pendiente. La Universidad ha llegado a un techo en la captación de recursos privados con su investigación y esto se explica por su incapacidad para ajustarse a lo que demanda y necesita la empresa. Los investigadores universitarios no son los que se necesitan para trabajos útiles socialmente. Mientras no se dé la formación adecuada, no recibirá más fondos de la industria.
¿Es pesimista sobre el futuro de la universidad?
Vamos hacia una decadencia de la universidad, mientras no se tomen medidas claras, pensadas y controladas. Hace falta mucha determinación política y compromiso para alcanzar la reforma necesaria. Las medidas que se necesitan son impopulares dentro de la universidad. La resistencia al cambio va a venir desde dentro de la institución universitaria. O se adoptan medidas fuertes para romper esa resistencia, o nada.
¿Cómo se siente ante esta “decadencia de la universidad?
Profundamente triste. Entré en la universidad en los 70 y siempre pensé que la enseñanza que recibí en Bachillerato en un instituto público fue mejor que la de la facultad. Hoy siento lo mismo. La universidad no da una formación mejor que la que encontré en los años 70. Hemos perdido décadas y la gran responsable ha sido la ley socialista de 1983, que convirtió la universidad en patrimonio de los universitarios.
Fuente: http://www.lainformacion.com/
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