Cayetano Heredia, nacido en Catacaos el 5 de agosto de 1797, es el provinciano que superando todos los obstáculos de la marginación viene a la capital de la República. Su origen es el más humilde que puede existir y que él supo, con enaltecedora sinceridad, reconocer.
Lo importante es que Heredia con esa raíz, y con plena conciencia de la misma, fue el gestor de un cambio positivo en la elevación del nivel académico de la medicina peruana y en el de la condición social, cultural y económica de los médicos. El cambio que se operó, por su acción perseverante y silenciosa, fue realmente espectacular.
Heredia perteneció a la segunda promoción de la Escuela de Medicina, que con nombre de San Fernando, fundó Hipolito Unanue. Esa Escuela muy pronto, después de su inauguración, cayó en una etapa de rápido y progresivo deterioro. Esto debido al desinterés, que para entonces tuvo su fundador, por la medicina y la docencia. En efecto, durante las primeras décadas de ese siglo, don Hipólito Unanue después de haber sido el más destacado médico, hacia 1815, ya estuvo comprometido con altos afanes políticos al servicio de la corona, primero, y de la naciente República, después, por lo que la nueva Escuela de Medicina, en la que estudió Heredia, cayó en retraso, agravandose esta situación con el advenimiento de la República.
En las primeras décadas de la República, los médicos devinieron en personas del folklore popular, magistralmente configurados en las acuarelas de Pancho Fierro con leyendas de la pícara pluma de su compadre Ricardo Palma: "el doctor de las negritas" o "un cirujano oculista que a muchos sanos dejó sin vista".
"Los caballeros nobles de Lima, miraban como indigna la profesión de médico y destinaban a los hijos de sus esclavas, engreídos por las señoras, a pajes de coches o a médicos..... tiempo en que para ser comprofesor (sic) de Galeno no se necesita sino quererlo y ser negro" dijo Manuel Atanasio Fuentes en su importante obra sobre la Lima de esos años. Esta ácida observación, a parte que denota racismo, también resume la baja calidad de los médicos de esa época.
Cuando en 1823 de graduó de médico Cayetano Heredia, la vida universitaria era exactamente la misma de siempre. El estudió en calidad de becado interno, siendo ahijado del rector del Colegio Independencia (antes colegio de San Fernando), el plesbítero don Fermín de Goya. Este fue el primer rector y ejerció sobre Cayetano Heredia una paternal protección hasta su muerte. Durante su educación, Heredia, realizó multitud de trabajos dentro del colegio para retribuir los costos de su beca.
No resulta difícil imaginar, el 16 de septiembre de 1823, el día que, el joven Cayetano tuvo que recitar en latín, de memoria, el aforismo 31 de la sección tercera, de Aphorismi atribuido a Hipócrates, sobre los padecimientos de los ancianos. Y, también en latín, discutir con sus examinadores las interpretaciones y las observaciones que él y sus oponentes del jurado hacían sobre el tema. En la década del veinte, de ese siglo, la medicina, en otras latitudes, ya había entrado en la etapa de ciencia biológica. Sin embargo en el Perú, el énfasis que se daba a los clásicos tenía categoría de dogma, tal vez para ocultar ineptitud e ignorancia.
En 1843 Cayetano Heredia fue nombrado por el mariscal Manuel Ignacio de Vivanco, entonces "Supremo Director del Perú", como Rector del Colegio Independencia. Don Cayetano no había abandonado casi para nada la docencia desde su graduación, salvo un fugaz nombramiento de cirujano del ejército.
Cuando Cayetano Heredia se posesionó del cargo de Rector del colegio de Medicina, el estado de la enseñanza había llegado a su más bajo nivel.
A partir de 1843 comenzó un lento cambio. Heredia tuvo que luchar contra toda suerte de intereses creados, es decir, contra aquellos privilegios que se suponía eran inherentes al cargo.
Heredia como nuevo Rector del Colegio de Medicina comenzó por dotar al colegio de un marco reglamentario coherente que le permitiese progresar, desarrolló la idea que la formación de los médicos y la calificación de idoneidad tenia que depender de un mismo organismo, para lo cual solicitó la cancelación o abolición del obsoleto Protomedicato. Cuando se creó la Facultad de Medicina, ésta asumió todas las funciones de formación, calificación y control de la medicina. Canceló, definitivamente, la vieja estradificación de las profesiones médicas, las que se clasificaban en : Físicos, Cirujanos Latinos, Cirujanos Romancistas y Flebótomos. El Colegio de Medicina bajo la regencia de Heredia solo formaría médicos-cirujanos de la más elevada calidad posible.
Cada vez que arribaba a Lima alguien con calificaciones en cualquier rama de la biología o de la medicina era inmediatamente captado por Heredia. El francés Pedro Douglas fue nombrado profesor de cirugía; el italiano Emmanuele Solari fue nombrado profesor de medicina; al español Sebastian Lorente, para que enseñara fisiología; contrató al italiano Giuseppe Eboli para que enseñase ciencias, y, por supuesto, a Antonio Raimondi a quien brindó toda clase de facilidades para que desarrollase sus actividades de naturista y fuese, al mismo tiempo, profesor de la Escuela de Medicina.
Desde 1843 hasta septiembre de 1856, que se inauguró la Facultad de Medicina, Heredia formó varias generaciones de médicos que cambiaron radicalmente el panorama de la medicina peruana.
Heredia fue destituido al concluir el primer término de su decanato, en 1860. Como dice Basadre, Cayetano Heredia murió rumiando amargura. Solo y abandonado por sus discípulos, aquellos que solían llamarlo padre. Sin embargo, ninguno de esos hijos, profesores de la Facultad, se atrevió a defenderlo con el necesario énfasis, cuando el maestro y mentor fue cambiado, sin explicación alguna en 1861, por orden del gobierno, solo se pronunciaron timidamente. Hay un velo de misterio, una verdadera conjura de silencio, sobre los detalles de la defenestración de Heredia. La búsqueda de fuentes para desentrañar este misterio ha resultado siempre infructuosa.
El 10 de junio de 1861, en el pueblo de Barranco, falleció el más destacado educador médico que el Perú haya tenido, Cayetano Heredia. Pasaron muchas décadas antes que se le rindiese el homenaje que él merecía. Solo luego de la muerte de su sucesor en 1881, se levantó una especie de censura y se pudo hablar de Heredia y de su obra.
SUMARIO
Cayetano Heredia es el maestro, arquetipo del peruano auténtico. Intuitivo hasta aparecer como un dotado de poderes misteriosos. Honesto hasta mostrarse él mismo en transparente intimidad. Verdadero maestro de maestros. Si hay alguien en la historia de nuestro país que merece un elogio permanente ese es el doctor Cayetano Heredia. En medio de los falsos valores que son inmerecida y exageradamente reverenciados; y, de acontesimientos con relatos distorsionados para alterar la verdad, la figura de Heredia y la de su obra sobresalen con la nitidez diáfana de una historia auténtica, sin la fanfarria de grandezas; pero, con la solidez de una obra magna ejecutada por un simple y común hombre peruano.
Uriel Garcia Caceres
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