Por Nicolás Lynch
Los tres muertos a causa del conflicto producido por la creación, a cargo del Congreso de la República, de la Universidad Nacional de Tayacaja no son sino la punta de un iceberg que promete darnos más y mayores dolores de cabeza. Hace años que alertamos desde esta columna sobre la necesidad de darle soluciones de fondo a la grave crisis por la que atraviesa la universidad peruana. Sin embargo, como en pocos temas, parece que estuviera instalada la necesidad en determinados grupos de interés de tomar el rábano por las hojas. Una de las manifestaciones de esta distorsión es la creación de nuevas universidades.
El problema de la educación universitaria en el Perú es de calidad de la oferta y no, como quieren hacernos creer, de falta de universidades. Hay, aunque a estas alturas nadie sepa con exactitud cuántas, alrededor de 130 universidades entre nacionales y particulares. Solo nacionales se han creado catorce en el último año y medio, y hay 19 proyectos más en cola, con el agravante de que para estas creaciones se pretende arrebatar su patrimonio a las universidades de San Marcos, Cusco, Piura, Trujillo, Huacho, Huaraz, el Callao y últimamente Huancavelica. Todo esto sin contar las aproximadamente 70 universidades privadas con fines de lucro creadas en los últimos quince años y las decenas de proyectos de nuevas universidades particulares que existen en el Conafu.
La educación universitaria, sin embargo, se caracteriza, salvo honrosas excepciones tanto públicas como privadas, por ser de mala calidad. Hace siete años vino un grupo de la Unesco y señaló que de acuerdo con los estándares de esa organización solo existían en el Perú cinco universidades, tres públicas y dos privadas. ¿De cuántas hablarían hoy día? El caso es que no existe casi investigación y se enseñan carreras con docentes improvisados que en la mayor parte de los casos tienen poco que ver con las necesidades tanto del mercado como del desarrollo nacional. La Asamblea Nacional de Rectores hace años que pide que se pare esta tendencia y se invierta mucho más en las universidades existentes, pero nadie le hace caso.
La solución de fondo es integral. Hace dos años duerme un sueño injusto un proyecto de ley universitaria, discutido en todo el país durante casi una década, que apunta a los temas de la calidad, la pertinencia y la investigación. Es hora de que el gobierno por estrenarse lo ponga sobre la mesa y con su aprobación dé inicio a un nuevo momento para la universidad peruana. Los jóvenes y el Perú se lo merecen.
Los tres muertos a causa del conflicto producido por la creación, a cargo del Congreso de la República, de la Universidad Nacional de Tayacaja no son sino la punta de un iceberg que promete darnos más y mayores dolores de cabeza. Hace años que alertamos desde esta columna sobre la necesidad de darle soluciones de fondo a la grave crisis por la que atraviesa la universidad peruana. Sin embargo, como en pocos temas, parece que estuviera instalada la necesidad en determinados grupos de interés de tomar el rábano por las hojas. Una de las manifestaciones de esta distorsión es la creación de nuevas universidades.
El problema de la educación universitaria en el Perú es de calidad de la oferta y no, como quieren hacernos creer, de falta de universidades. Hay, aunque a estas alturas nadie sepa con exactitud cuántas, alrededor de 130 universidades entre nacionales y particulares. Solo nacionales se han creado catorce en el último año y medio, y hay 19 proyectos más en cola, con el agravante de que para estas creaciones se pretende arrebatar su patrimonio a las universidades de San Marcos, Cusco, Piura, Trujillo, Huacho, Huaraz, el Callao y últimamente Huancavelica. Todo esto sin contar las aproximadamente 70 universidades privadas con fines de lucro creadas en los últimos quince años y las decenas de proyectos de nuevas universidades particulares que existen en el Conafu.
La educación universitaria, sin embargo, se caracteriza, salvo honrosas excepciones tanto públicas como privadas, por ser de mala calidad. Hace siete años vino un grupo de la Unesco y señaló que de acuerdo con los estándares de esa organización solo existían en el Perú cinco universidades, tres públicas y dos privadas. ¿De cuántas hablarían hoy día? El caso es que no existe casi investigación y se enseñan carreras con docentes improvisados que en la mayor parte de los casos tienen poco que ver con las necesidades tanto del mercado como del desarrollo nacional. La Asamblea Nacional de Rectores hace años que pide que se pare esta tendencia y se invierta mucho más en las universidades existentes, pero nadie le hace caso.
La solución de fondo es integral. Hace dos años duerme un sueño injusto un proyecto de ley universitaria, discutido en todo el país durante casi una década, que apunta a los temas de la calidad, la pertinencia y la investigación. Es hora de que el gobierno por estrenarse lo ponga sobre la mesa y con su aprobación dé inicio a un nuevo momento para la universidad peruana. Los jóvenes y el Perú se lo merecen.
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