La Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), primera universidad pública del Perú y la más antigua de toda la cuenca del Pacífico (capital simbólico que llenaría de orgullo a cualquier país), universidad donde se formó nuestro único Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, ha sido humillada y mutilada por iniciativa del propio presidente Alan García, para dar curso a la demagogia electorera de crear a diestra y siniestra remedos de universidades, como si de losas deportivas se tratase.
No sólo es una nueva agresión a la universidad pública, en la figura de la más emblemática de entre ellas. Es también una estafa a los supuestos beneficiarios de esa insensata decisión. Al crearse la Universidad Tecnológica de San Juan de Lurigancho, “sobre la base de la sede de la UNMSM”, ubicada en ese distrito, los jóvenes que hasta hoy podían estudiar allí en una de las más prestigiosas universidades del país (cuya presencia en San Juan debía afirmarse, ampliándose a otros distritos de Lima Metropolitana), ahora tendrán que resignarse a cursar estudios en una “universidad” de medio pelo, apresuradamente creada para dar empleo allí, como burócratas y “docentes”, a los militantes del partido de García, que no se caracterizan precisamente por su brillantez intelectual.
Se trata de una pésima señal en cuanto al diseño estatal del ámbito universitario público, puesto que la sede de la UNMSM en San Juan de Lurigancho fue creada justamente para atender la demanda de cobertura universitaria en poblaciones carentes de ella, en una lógica diferente a la irresponsable creación de más universidades públicas. La más importante universidad pública ampliaba hacia allí su presencia, emitiendo una saludable señal de tratamiento racional de aquella demanda. Lo que correspondía al gobierno central, de tener una política de Estado para el ámbito universitario (cosa que brilla por su ausencia), era fortalecer esa sede, dotándola de mayor presupuesto para que ampliase las carreras y servicios allí ofrecidos. Lo mismo debía ocurrir en otras regiones del país, dado que en todas ellas ya existen universidades públicas. Nada de eso se ha hecho. Al contrario, universidades públicas antiguas y prestigiosas, como la de Trujillo o la de Huamanga, han sido igualmente mutiladas (tomándoles también sedes en funcionamiento en otras provincias) para dar curso a la demagogia de crear más simulacros de universidad en cada provincia o distrito que aporte algún caudal electoral.
Es una pena. El Estado, que debería fortalecer sus universidades emblemáticas, para asegurar la calidad académica en circunstancias en que cunde la estafa educativa, contribuye a esa estafa con la creación de remedos de universidad, puesto que la Educación en su más alto nivel no se puede improvisar.
No sólo es una nueva agresión a la universidad pública, en la figura de la más emblemática de entre ellas. Es también una estafa a los supuestos beneficiarios de esa insensata decisión. Al crearse la Universidad Tecnológica de San Juan de Lurigancho, “sobre la base de la sede de la UNMSM”, ubicada en ese distrito, los jóvenes que hasta hoy podían estudiar allí en una de las más prestigiosas universidades del país (cuya presencia en San Juan debía afirmarse, ampliándose a otros distritos de Lima Metropolitana), ahora tendrán que resignarse a cursar estudios en una “universidad” de medio pelo, apresuradamente creada para dar empleo allí, como burócratas y “docentes”, a los militantes del partido de García, que no se caracterizan precisamente por su brillantez intelectual.
Se trata de una pésima señal en cuanto al diseño estatal del ámbito universitario público, puesto que la sede de la UNMSM en San Juan de Lurigancho fue creada justamente para atender la demanda de cobertura universitaria en poblaciones carentes de ella, en una lógica diferente a la irresponsable creación de más universidades públicas. La más importante universidad pública ampliaba hacia allí su presencia, emitiendo una saludable señal de tratamiento racional de aquella demanda. Lo que correspondía al gobierno central, de tener una política de Estado para el ámbito universitario (cosa que brilla por su ausencia), era fortalecer esa sede, dotándola de mayor presupuesto para que ampliase las carreras y servicios allí ofrecidos. Lo mismo debía ocurrir en otras regiones del país, dado que en todas ellas ya existen universidades públicas. Nada de eso se ha hecho. Al contrario, universidades públicas antiguas y prestigiosas, como la de Trujillo o la de Huamanga, han sido igualmente mutiladas (tomándoles también sedes en funcionamiento en otras provincias) para dar curso a la demagogia de crear más simulacros de universidad en cada provincia o distrito que aporte algún caudal electoral.
Es una pena. El Estado, que debería fortalecer sus universidades emblemáticas, para asegurar la calidad académica en circunstancias en que cunde la estafa educativa, contribuye a esa estafa con la creación de remedos de universidad, puesto que la Educación en su más alto nivel no se puede improvisar.
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