Por Engels Ortiz Samanamud
Aún, recuerdo los primeros
días, semanas y meses, que dejé mi Huacho, pero, siempre regresaba cada fin de
mes en los dos primeros años que radiqué en Lima, puesto que luego ese retorno fue más distante.
Poco a poco, fui conociendo y
acostumbrándome al estilo y ritmo de vida en Lima, y sobre todo de Magdalena
del Mar; tratando a su gente, conociendo sus calles, su tradicional mercado, su
comercio ambulatorio, su vista al mar, sus costumbres religiosas, por
ejemplo, la festividad del Señor de los Milagros en
el mes de noviembre. Sus acogedoras y apreciadas
arquitecturas de su Iglesia conocida como La Cúpula en la avenida Sucre y su
templo Sagrado Corazón de Jesús al costado del colegio Salesiano.
En cierta manera, Magdalena,
me evocaba a Huacho, o al menos me fui creando esa idea, debido que el lugar
donde residía se situaba cercano a la Plaza Túpac Amaru y al mercado, asimismo cercano a su
malecón frente a su playa. Ello, me hacía simular mi ubicación en Huacho,
también cerca a la Plaza de Armas y el mercado modelo y cercano al malecón
Roca. Considero, que eso hizo apacible mi permanencia en Magdalena, por más de
una década.
Así, entre los ir y venir de clases en las academias, durante los años previos a mi ingreso a la universidad, hicieron
que fuera conociendo y acostumbrándome a Magdalena. Solía ir al conocido
coliseo Aldo Chamochumbi en el que a veces encontré peloteando al loco Vargas
con sus amigos, y, también, llevado por mi padrino Roberto, conocí la
tradicional dulcería de la señora Rosa Luna.
Por el año 2000, junto con mis
hermanos y algunas amistades, formamos una pequeña academia preuniversitaria,
en la que recuerdo entre sus primeros alumnos, al menor de los hermanos
Montalvo, Asbel, que al final terminó enrolado en el gran negocio familiar que
empezó como una tienda de plásticos y luego se convirtió en su primer Spa en Magdalena.
También, conocí a los esposos Marino
y Marina Ocaña, ambos reconocidos vecinos emprendedores de la calle Castilla y
forjados a pulso de trabajo constante, lamentablemente la señora Marina
falleció dejando todo un legado para sus dos hijas.
Y, así, algunas personas
mayores, que conocí y traté, ya han fallecido, como los dueños de la
tradicional juguería ubicada en la esquina del mercado entre las calles
Castilla y Bolognesi, o los dueños del puesto de ceviche y chilcano que durante
el tiempo del comercio ambulatorio se les ubicaba en la esquina de Gálvez y
Castilla en el frontis de la conocida panadería Bon Ami. Actualmente sus hijos
e hijas continúan con su puesto reubicado en un nuevo mercado en el boulevard Gálvez.
Como no recordar al dueño del
restaurante el Patio, papá de mi amigo Julio, quién también falleció,
actualmente sus hijos y esposa continúan con su restaurante en la cuadre 8 de
Castilla.
Mención aparte, merece la
popular pollería San Martín, con sus famosas maruchas y que por años funcionó
en una esquina entre San Martín y Leoncio Prado, en apenas un área de 25 m2
aproximadamente, y hoy, es un local grande de 4 pisos el cual se llena
diariamente, y mi mamá su asidua cliente cuando nos visita por Lima.
Es evidente el cambio que ha
dado Magdalena en lo que va del siglo 21 con la llegada de Francis Allison a la alcaldía; primero
reubicó todo el comercio ambulatorio, le dio seguridad permanente a todo el
distrito y hoy se aprecia cámaras interconectadas de vigilancia casi por todos
lados, ha ido recuperando la huaca Huantille y ya se van dejando las pistas con
asfalto por las de concreto, además de la modernización y mantenimiento del
coliseo Chamochumbi que permite la práctica continua de algunos deportes.
También es notorio la presencia del boom inmobiliario que ha dado paso a
modernos edificios en reemplazo de muchas casas y casonas antiguas. Me llamó la
atención hace algunas semanas encontrar cargadores solares para celular a
disposición gratuita del público como también el parqueo gratuito.
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