Por SERGIO R. PALACIOS (*)
Un viejo debate, que creíamos muy superado, es aquel que confrontaba entre una universidad que debía limitarse estrictamente a la actividad académica y científica. Y otra, que desde nuestro lado defendíamos: una universidad comprometida con la vida social, con lo que pasa en su entorno. Creíamos que la universidad estaba para contribuir con su pensamiento y palabra al mejor destino de nuestro pueblo. Y, para lograr esa finalidad, sosteníamos la necesidad de ser autónomos de todo otro poder. Tener libertad para el auto gobierno y libertad para pensar, para crear. Así, la ciencia, la técnica, las artes, encontrarían no solo un espacio comprometido sino de gran potencial creativo.
Estas ideas se ven amenazadas en cada período que el poder político con inspiración autoritaria -con o sin votos- conduce el Estado.
Someter a la universidad a sus “ordenes” es indispensable para cortar el circuito de libertad y creatividad. La universidad autónoma y democrática fue cuna de grandes hombres al servicio del país y de la ciencia. Su prestigio tiene como fuente su autonomía para ser y crear, no la genuflexión al poder de turno.
LA “ISLA”
Pensar que debemos concentrarnos en el beneficio de una partida presupuestaria e ignorar el resto de lo que ocurre a nuestro alrededor, es restaurar la idea de “isla” para la universidad. En la “isla” aparece la tentación -bajo compensación presupuestaria- a silenciar y tornar invisibles situaciones que son una mancha en la vida democrática. No es el Indec el único capaz de ocultar al 40 % de la población en situación de pobreza.
Tal vez sea muy conveniente hacerse los distraídos con ciertos datos. Adelantos técnicos y generosos presupuestos en las universidades los hubo en todos los tiempos, aun sin libertad: en las universidades alemanas durante la Primera Guerra Mundial se desarrollaron los gases venenosos aplicados a armamentos; del mismo modo ocurrió durante la Segunda Gran Guerra en materia misilística. En las universidades de la URSS y China se desarrollaron conocimientos técnicos en variadas materias. Esos son los modelos de universidades que pretenden algunos?
La vida universitaria debe ser disciplinada porque la creación científica y artística lo requiere. Pero en la “universidad isla” no se necesita más. Solo dinero y disciplina para lograr adelantos técnicos. Nunca mirar el contexto que los rodea. Y, lógicamente, tampoco importarles.
La universidad no puede pronunciarse a favor de ningún candidato, como no lo puede hacer ninguna institución del Estado
El compromiso de una universidad es con el país y su pueblo, no con una limitada fracción política. Al haberse pronunciado institucionalmente a favor de esa fracción, deja en evidencia que ha renunciado a la representación de la comunidad universitaria toda. No hay fundamento de “política universitaria” que justifique esa declaración de adhesión a un candidato. Pero, además resulta curioso, que se trata de la figura que fue delfín y defensor eufórico de las políticas de Carlos Menem como Presidente, entre ellas, la Ley de Educación Superior contra la que marchamos los universitarios reformistas en la década del 90.
La universidad no pude pronunciarse a favor de ningún candidato como tampoco lo puede hacer un hospital público, una escuela primaria, u otra institución del Estado.
Las personas que la integran son libres para firmar, escribir o gritar sus opiniones o adhesiones. En cambio las instituciones -que no les pertenecen como si su voluntad- son de la sociedad toda que contribuye a sostenerlas con su esfuerzo diario.
¿Qué ocurrirá ahora, con el resultado del ballotage ya conocido?
La UNLP se pronunció por algo que no estaba en el debate presidencial, ni en primera ni en segunda vuelta. La invención de un enemigo confrontando sobre un tema sobre el que no había confrontación. Tal vez si debamos introducir en el debate los marcos legales que permiten la constitución de poder feudal. Donde quien administra los recursos da protección y beneficios a quien asegure mantener la estructura de poder.
No son los municipios y algunas provincias las únicas instituciones que construyeron poder feudal. El modelo AFA, con Julio Grondona, resultó un faro donde muchas instituciones se vieron iluminadas.
La alternancia cierta debe garantizarse con reglas que impidan la formación de poder feudal en toda institución de una república democrática.
SIMULACRO DEMOCRATICO
El Estado debe sostener a las instituciones públicas y debe asegurar la alternancia efectiva. Se debe terminar con la vigencia de los simulacros de democracia en nuestro sistema institucional.
La UNLP debe abandonar la isla en que estableció su residencia. Volver a la sociedad es animarse a declarar contra la corrupción que mata, entre otras tantas problemáticas graves social e institucionalmente que nuestro país vive.
La mejor tradición democrática de la UNLP demanda compromiso con su pueblo y por eso debemos entender que un beneficio presupuestario no es compatible con un contexto donde la corrupción, la impunidad y el Poder feudal se destacan en el entorno que vivimos.
La universidad en general y la UNLP en nuestro caso, tiene gente que se esfuerza desarrollando ciencia y arte con talento. Hay políticas científicas acertadas, que comparto y aplaudo, pero este incidente grave desde lo institucional y muy pequeño en su finalidad, representa un límite difícil se aceptar y silenciar.
(*) Abogado, profesor de Economía Política en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP
Fuente: http://www.eldia.com/
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