El salvadoreño César Arévalo debate cuál será la mejor universidad para él, aunque las prestigiosas Yale, Harvard y Stanford llevan la delantera. Esta es su historia.
Existen cartas que cambian el rumbo, que suponen vuelcos a la vida. César Arévalo ha recibido varias cartas así en poco tiempo al ser aceptado en 11 universidades de Estados Unidos, entre ellas algunas de las más prestigiosas del mundo.
“Una nueva carta era un momento extraño porque no podía realizar que esto era real”, cuenta en medio de una agenda apretada por las visitas que hace a esas universidades que lo quieren en su estudiantado.
César es un salvadoreño que llegó a Estados Unidos cuando tenía 5 años. Hoy, a sus 18 años, reside en Los Angeles y todavía no puede creer que las Ivy League Yale, Harvard, Columbia, Princeton, Brown y Dartmouth le ofrecieran admisión así como la reconocida Universidad de Stanford.
La Universidad de California en Berkeley, y los campus de Los Ángeles, San Diego y Santa Bárbara también lo quieren.
Sus favoritas son Stanford, Yale y Harvard. Esta semana, por ejemplo, estuvo en Princeton, el viernes iría a Harvard y después se dirige a Providence para conocer a Brown.
Al ir a estas universidades, César hace lo que se les suele recomendar a los estudiantes en su toma de decisión sobre la institución donde iniciarán sus estudios superiores. Ver, hablar con estudiantes y oficiales de las universidades, conocer la facultad, recorrer ese campus.
“Es una decisión que me va a afectar no solo por los cuatro años de mi licenciatura sino por el resto de mi vida. Es una decisión que afectará mi identidad y ahora seré parte de su historia y de su familia”, dice quien estudia en Baldwin Park High School donde cofundó el periódico escolar The Vanguard News.
En la universidad que escoja finalmente vislumbra estudiar ingeniería eléctrica o mecánica.
“Y también me interesa la física y química. Espero, además, tratar de entrar al programa de ‘business’ para aprender qué necesito para crear mi propio ‘business’ ”, explica César.
Es que más allá de no querer depender de un empleador para su futuro, César aspira a crear.
“Me gusta crear cosas y quiero crear algo mío, algo propio que hice con mis manos. Es algo que me va a hacer sentir orgulloso”, expresa.
Estudiar: la gran meta familiar
La perseverancia de César y su amor por las matemáticas provienen en gran medida de su familia que cree que “la educación es la manera para sobresalir” en la vida. Sus hermanos también han alcanzado sus metas por medio del estudio, inspirados por sus padres educadores.
En El Salvador, sus padres se desempeñaban como maestros, pero al llegar a Estados Unidos debieron trabajar en fábricas y en una tienda de vestidos de bodas y quinceañeros mientras estudiaban para convalidar sus títulos. César tiene presente en sus memorias las veces que acompañó a su padre a sus clases.
Llegaron en 2003 porque, como relata César, “la situación en El Salvador se iba poniendo peor de poquito por poquito”. En Estados Unidos encontraron esa otra oportunidad que añoraban.
“Después salieron los papeles y vimos la oportunidad de hacer algo más para nuestra vidas”, menciona.
Ahora los pensamientos de César andan ocupados de universidades que lo quieren, que ven en su talento algo importante. Ha llegado a este punto, reflexiona, por creer en sí mismo.
Fuente: http://www.univision.com/
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