El viernes 21 de diciembre el Arzobispado de la capital peruana emitió dos comunicaciones. Una de ellas, dirigida al rectorado de la ex PUCP, informó sobre la determinación del gran canciller Cipriani de no renovar el “mandato canónico” a todos los profesores del Departamento de Teología a partir del 1 de enero de 2013.
El segundo texto, más amplio, tuvo como destinatarios a los sacerdotes y a los laicos que enseñaban esa disciplina. Además de explicarles las razones de la no renovación del mandato, relacionadas con los agravios de la cúpula universitaria a la jerarquía eclesiástica, también les recomendó dejar cualquier cargo administrativo o de asesoría en la casa de estudios.
La medida del arzobispo está amparada en el artículo 103 de los estatutos vigentes de la universidad y en el concordato firmado en 1980 entre la Santa Sede y la República del Perú, según el cual los profesores de ciencias religiosas deben contar con el consentimiento del obispo local. Y es el resultado obvio del decreto del Vaticano que en julio prohibió a la institución el uso de sus títulos de Pontificia y Católica.
En la Iglesia la enseñanza de la teología está estrictamente normada. Ningún maestro puede enseñar cualquier cosa y sostener que es religión católica. Para hacerlo, sobre todo en un centro educativo, debe tener un permiso de la autoridad competente, casi siempre el obispo del lugar. Es ese el “mandato canónico”.
Hasta ahora 10 personas contaban con dicha habilitación en la ex PUCP: ocho sacerdotes y dos fieles laicos. Pero apenas dos de ellos (un laico y un cura) la recibieron de Cipriani. El resto datan de la época del arzobispo Augusto Vargas Alzamora. De los presbíteros, sólo dos son diocesanos mientras los restantes pertenecen a congregaciones religiosas, en su mayoría son jesuitas.
A partir de ahora ninguno podrá continuar enseñando teología. Aunque las autoridades universitarias se resistan a dar cumplimiento a una decisión que calificaron de “infundada e injusta” en un comunicado. Un texto en el cual destacaron la “excelente labor” de esos profesores y sostuvieron que dictan sus clases con “pleno respeto del magisterio de la Iglesia”. Esto pese a los múltiples testimonios que demuestran lo contrario.
Pero el rectorado fue más allá y advirtió: “Al ser los cursos de teología obligatorios para todos los estudiantes de pregrado de la PUCP, la universidad adoptará las medidas necesarias para garantizar el cumplimiento de los planes de estudio”.
Así pareció sostener que está dispuesto a contratar teólogos sin el debido permiso, lo cual provocaría una situación tragicómica: una universidad imposibilitada a llamarse católica ofreciendo cursos teológicos que, evidentemente, no pueden ser considerados católicos. La otra alternativa sería continuar como si nada. Pero si los sacerdotes-profesores deciden desobedecer a su obispo, se expondrán abiertamente a una sanción.
Una cosa resulta clara: la no renovación del mandato canónico dejó en claro que la Iglesia va en serio y no renunciará a hacer valer sus derechos sobre la institución. Lenta pero inexorablemente se irán reduciendo aún más las alternativas para el rector y sus colaboradores, empeñados en mantener una rebeldía artificiosa y, a esta altura del contencioso, francamente inútil.
Fuente: http://infocatolica.com/
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